El crespín
es un pájaro del tamaño de un gorrión. Tiene la cola larga y las
alas cortas. Su canto parece decir: "cres... pín... cres... pín...
Se lo ve en tiempos de la cosecha del trigo, en el centro y noroeste
argentino, y su canto otorga cierta tristeza al paisaje.
Cuenta la leyenda que Crespín era un criollo bueno y trabajador, que
prefería la vida sencilla y sobria. En cambio a Durmisa, su esposa,
le gustaban mucho las fiestas y la música y sobre todo el baile.
Un año, de cosecha muy abundante, Crespín tuvo que trabajar de sol a
sol para poder terminar con la siega y la trilla. Y fueron muchos
días; tantos, que a Crespín le parecieron uno por cada espiga de
trigo del campo. Una tarde llegó a su rancho muy cansado y
sintiéndose enfermo a causa de tanto esfuerzo. Durmisa no le prestó
atención; estaba ocupada bailando.
-Estoy enfermo y tengo que terminar con la cosecha -dijo Crespín-.
Por favor, ve al pueblo y tráeme medicina para poder levantarme
mañana y seguir con el trabajo.
Durmisa no le dio mucha importancia, pero dejó su danza y partió
hacia el pueblo. En el camino se encontró con un baile, donde todo
el mundo festejaba la terminación de la cosecha y no bien oyó la
música de una zamba olvidó a su esposo. Sin poder contenerse,
comenzó a bailar, una y otra zamba, y ya no pudo parar más. Entonces
vinieron a avisarle que Crespín se encontraba moribundo.
-La vida es corta para divertirse y larga para llorar -contestó ella
sin preocuparse, y siguió bailando.
Terminada la fiesta, Durmisa volvió a su casa. Crespín no estaba
allí. Lo buscó por los alrededores, y nada. Llena de remordimiento,
atravesó el trigal sin dejar de llamar a Crespín hasta casi quedarse
sin voz. Con el último aliento, enloquecida, Durmisa pidió a Dios
que le diera alas para seguir la búsqueda, sin saber que Crespín
había muerto esa noche y que unos vecinos piadosos lo habían velado
y enterrado. Y así, convertida en pájaro, todavía sigue buscándolo
por los trigales dorados de sol, llamando y llamando a Crespín.
Anónimo
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Leyenda salteña